28 enero, 2006

Está bien tener sombrero por si se presenta una buena ocasión para quitárselo

Estoy algo impaciente con con la visita de mañana de S.M. Sabina.
Es una admiración de tiempo que ni mengua ni crece.
Cualquier cosa que yo diga de este flaco ya está dicha con más finura que mi pluma, asi que aquí dejo estas letras de Manuel Vicent en El Pais.


A mil leguas de las gárgaras con clara de huevo, el grito deshecho de Sabina es producto de mil noches de insomnio, de ríos de alcohol, de nubes de tabaco cargadas de pedrisco que han pasado por su laringe y eso le permite cantar victoria con la voz derrotada. Tener la voz rota es una suerte que hay que merecerla. A todo esto, con lo duro que canta, Joaquín Sabina es, antes que nada, un gran trabajador, un buen chico, un tipo legal. Ese término lo inventaron los delincuentes en la cárcel. Legal es lo contrario a pringao. Al margen de la ley existe un espacio donde sólo reinan los tipos que cumplen la palabra, que siempre le echarán una mano al colega en apuros, que se dejarían desollar antes de delatar a nadie o traicionar a un amigo. Estar siempre de parte de los que pierden, apuntarse a las derrotas, convertir cualquier caída en una rima dura y cantarla como quien grita a la vida, ése es el asunto de Sabina cuyo primer objetivo es que todo el mundo sea feliz, que los amigos distanciados se reconcilien, que los reaccionarios dejen libres las nubes y los jergones para que los hijos del cielo puedan volar. Si hubiera sido misionero habría bautizado con whisky a los apaches.
Acosado por una estampida de admiradores en España y Latinoamérica, que comparte con Joan Manuel Serrat, de ellos Joaquin Sabina se ha apropiado de los jóvenes más insomnes, de los más rojos, de los más cabreados, de todas esas chicas, que si bien pueden ser princesas, tienen el corazón suburbano.

Ya os contaré....

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